Por primera vez, uno de los negociadores de las Farc en La
Habana habla de lo que piensa esa guerrilla tras la reelección de Santos.
De Alfredo Molano Jimeno
Pablo Catatumbo, miembro del Secretariado de las Farc y uno
de los plenipotenciarios de esa guerrilla en los diálogos de La Habana, habla
por primera vez después de que Colombia reeligiera al presidente Juan Manuel
Santos. Afirma que el país votó por la paz y que este respaldo es una
obligación para las partes sentadas a la mesa. También insiste en que hubo un
mandato por los cambios estructurales que el país necesita para dar el paso
hacia la reconciliación y sostiene que el problema de Colombia es que sus
mandatarios no han podido solucionar la violencia y la desigualdad, y que el
acuerdo que se conoció sobre el punto de víctimas es un reconocimiento a
quienes cargan el dolor de este conflicto de 50 años. Este la conversación con
Pablo Catatumbo.
¿Qué lectura tienen del
proceso electoral que concluyó el domingo pasado?
Fue un proceso en el que se siguen manifestando fenómenos
tradicionales como la alta abstención, la ausencia de programas, la corrupción
y la compra de votos. Dentro de la franja de compatriotas que vota primó el
deseo de llegar a un país en paz, pero una paz con cambios y con justicia
social, por encima de la opinión que les merecían los dos candidatos. El pueblo
colombiano votó por la solución política del conflicto armado, lo que se impuso
como punto central del debate electoral sobre los demás aspectos
político-sociales de Colombia.
El presidente lo
calificó como un mandato para la paz. ¿Ustedes lo ven así?
Lo que gana es el anhelo de la gente por la paz —una paz
incluyente, con cambios y con justicia social—, no la visión particular que
sobre la paz pueda tener Juan Manuel Santos. Así que se viene un inmenso y
justificado clamor popular por participar en las mesas de diálogo, por hacer
sentir su voz y porque sus reivindicaciones sean cumplidas. Esto es positivo,
porque potenciar el debate público y la movilización social serán siempre
buenos síntomas para una sociedad que avanza hacia la paz y hacia el cambio. El
reto es para el Gobierno: si persiste en sus posturas unilaterales,
antipopulares e inmovilistas, la opinión pública y las organizaciones sociales
se lo cobrarán bien caro.
El jefe de Estado
también dijo que el resultado en las urnas implica una obligación para las
guerrillas en aras de alcanzar la paz...
Implica una obligación para todas las partes en las mesas de
diálogo, eso es obvio. Pero no en la manera como lo pretende mostrar el
establecimiento, que es algo así como que a las mayorías nacionales ya ordenaron
a las guerrillas su autoeliminación. No, no es esto. El mandato de la Nación es
para lograr una paz con justicia social que sea cualitativamente distinta de
todo lo que representa el actual régimen político antidemocrático e injusto y
que deje atrás la opción reaccionaria y belicista derrotada, es decir, la
opción militarista de la extrema derecha uribista. En últimas, hay un mensaje
claro para Santos: deslíndese de todo lo que representa Uribe y opte por la
justicia social y el cambio.
¿Los compromete el
hecho de que la izquierda se haya movilizado en defensa del proceso de paz
apoyando a Santos?
Compromete a Santos a tener que abrir los ojos a un espectro
político diverso, darse cuenta de que la paz no se derivará de jugadas
tecnocráticas sino de un verdadero compromiso con los cambios en la estructura
del país. Las naciones fracasan cuando no solucionan los problemas de la
sociedad. Y el gran problema de la nación colombiana, así como el gran fracaso
de todos quienes han conducido los destinos de nuestro país, es que han sido
incapaces de solucionar la violencia y la desigualdad, cada vez más acentuadas
en los últimos 60 años. Ese es el reto que afrontamos.
¿Cuál es el alcance del
acuerdo de principios sobre la discusión del tema de víctimas?
Es un reconocimiento inicial de ambas partes a las miles de
personas que cargan con el dolor y el sufrimiento de sus familiares, y de
colectivos humanos que han resultado profundamente afectados por esta larga
confrontación. Podríamos resumir diciendo que es un primer paso para la
reconciliación.
¿Reconocer las víctimas
implica asumir que exista una acción penal contra ustedes?
Implica asumir responsablemente nuestro compromiso con el
bienestar del pueblo y con la consecución de la paz. Nuestra postura frente al
tema de las víctimas es consecuente con nuestros principios: no hay nada más
revolucionario que la verdad; pero la verdad verdadera, contextualizada y
completa, no con el maniqueísmo y la distorsión con que la han presentado
personas e instituciones a quienes no les conviene que se sepa toda la verdad y
como se ha querido manipular desde los grandes medios. Ese compromiso lo
asumimos plenamente.
¿Cómo ven el que se
haya hecho público el proceso exploratorio con el Eln?
Siempre hemos dicho que saludamos el trabajo que realizan los
compañeros del Eln y hacemos votos para que resulte exitoso.
¿Las guerrillas deben
ir unidas al fin del conflicto?
El campo revolucionario —armado o no— debe ir unido hacia la
consecución de sus fines: el bienestar y el buen vivir de los más necesitados.
Si esto es posible por las vías pacíficas, aún mejor.
¿Están dispuestos a que
en algún momento el Eln se sume a la mesa de La Habana?
De este tema no puedo adelantarle nada, pues ambos procesos tienen
componentes confidenciales.
En las últimas semanas
de campaña se movió mucho de la participación de las Fuerzas Armadas en favor
de la campaña de Zuluaga. ¿Eso evidencia su indisposición hacia la paz?
Evidencia que perviven fuertes sectores militaristas dentro
de la oficialidad, fortalecidos e influenciados por el pensamiento fascista que
Uribe representa. Son estos quienes se han opuesto y se oponen fervientemente a
la búsqueda de una solución política al conflicto, anteponiendo sus intereses
personales a los intereses de la Nación. Pero esa opción es la que poco a poco
ha ido siendo derrotada por la opinión nacional que se inclina por la paz. No
es posible la paz con unas Fuerzas Armadas manejadas por este tipo de enemigos
de ella. Es el colmo, por ejemplo, que en la sede de Acore —de lo cual hay
fotos— se reúnan grupos neonazis, que realicen actos públicos a favor del
fascismo, que destruyan murales emblemáticos en homenaje a las víctimas, y
desde el Gobierno nadie diga nada.