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domingo, 22 de mayo de 2016

EL SENADOR DE NOVARTIS


D. Daniel Coronell.
Semana .com

Eissenstat, asesor del senador Hatch en el senado de Estados Unidos, les advirtió a los funcionarios que Colombia no tenía derecho a declarar de interés público el tratamiento de los enfermos de cáncer.
Hace unos días un miembro del equipo legislativo del senador de Estados Unidos Orrin Hatch amenazó a funcionarios de la Embajada de Colombia con represalias contra el país si el Ministerio de Salud insistía en declarar de interés público una costosa medicina para la leucemia y otros tipos de cáncer llamada Glivec fabricada por la compañía farmacéutica Novartis. El señor Everett Eissenstat, asesor del senador Hatch en el poderoso Comité de Finanzas del Senado de Estados Unidos, les advirtió a los funcionarios que Colombia no tenía derecho a declarar de interés público el tratamiento de los enfermos de cáncer por encima de los intereses de Novartis.
La transnacional farmacéutica ha dado y ha perdido esa misma pelea en la India donde el Glivec pasó de costarle a un enfermo 2.600 dólares al mes a 145. Este ahorro que salva vidas se logró porque el gobierno de ese país tuvo el valor de defender la salud pública y de paso la libre competencia, principio rector del capitalismo.
El miembro del equipo del senador Hatch amenazó con convertir a Colombia en un país bajo “tratamiento especial” y además aseguró que “si el Ministerio de Salud no corrige esta situación, la industria farmacéutica en EEUU y los grupos de interés relacionados podrían llegar a ser muy vocales e interferir con otros intereses que pudiera tener Colombia en EEUU”, tal como lo relata la carta de la Embajada de Colombia al ministro Alejandro Gaviria Lo que no dijo el vocero del senador Orrin Hatch es que su jefe ha recibido el generoso patrocinio del gremio farmacéutico en general y de Novartis, en particular.
El senador Hatch, republicano por Utah ha ocupado su curul por casi 40 años. De acuerdo con información pública disponible la industria farmacéutica y de productos de salud es el segundo donante más importante de las campañas del senador Hatch.
La empresa Novartis tiene en el senador Orrin Hatch uno de los más grandes beneficiarios políticos de sus aportes. Según la base de datos Open Secrets ocupa uno de los primeros lugares entre más de 120 legisladores tanto demócratas como republicanos que han recibido dineros para sus campañas de la transnacional farmacéutica
Pero ahí no acaba la lista. El Centro por la Integridad Pública reveló generosas donaciones del gremio farmacéutico a aportantes del senador Hatch en Utah. El  grupo “Freedom Path”, una organización teóricamente sin ánimo de lucro que patrocina las campañas políticas del senador Hatch, recibió 750.000 dólares de la Asociación de Investigadores y Productores Farmaceuticos de América
Esa asociación conocida por sus siglas en inglés Phrma tiene entre sus miembros a Novartis. El presidente mundial de Novartis, el señor Joseph Jimenez, es uno de los tres miembros del consejo superior de administración del gremio con funciones de tesorero.
Scott Hatch, el hijo del senador con tantos vínculos con Novartis, es cabildero profesional. En una firma llamada Walker, Martin & Hatch LLC se asoció con Jack Martin, antiguo asistente de su padre en Utah, y H. Laird Walker, otro allegado al senador. La base de datos del senado sobre lobby establece que esa firma ha recibido más de un millón de dólares de Phrma, sin contar lo que han contratado directamente con empresas farmacéuticas como Glaxo. (Pagos a la firma de Lobby)
Esos hechos probados deberían ser suficientes para que el Senador Hatch –y con él, los miembros de su equipo – se declaran impedidos para intervenir en cualquier tema que tuviera que ver con la industria farmacéutica. Sin embargo, nada de eso va a ocurrir. En Estados Unidos las corporaciones y grupos de interés logran bancadas más sólidas que los partidos políticos y hacen sentir su voz en todos los temas.
Además Novartis es un jugador global que ha buscado imponerse por las buenas, por las malas, o por los atajos, en cada rincón del planeta. Por ejemplo, el Departamento de Justicia de Estados Unidos la denunció por sobornar a médicos y farmacias para que receten y vendan sus productos y no los de sus competidores. Novartis llegó a un acuerdo para evitar ir a juicio, reconoció haber concedido estímulos indebidos y pagó 390 millones de dólares como compensación.

La justa batalla del ministro Alejandro Gaviria frente a la voracidad de Novartis debe darla no solamente por el bien de los pacientes de cáncer sino por la soberanía de Colombia.

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