Pormenores de los
informes de la Fiscalía sobre el ingreso de menores a las Farc. Con software
amenazaban a quienes se fugaban de la guerrilla.
Por: Santiago Martínez Hernández. Del Espectador.
Mientras en las
negociaciones de paz en La Habana se llegó a un acuerdo para sacar a los
menores de edad de la guerra, sigue la discusión de si es verdad que en estos
momentos hay 21 menores de 15 años en las filas –como dijeron las Farc– o más
de 170 –según el Ministerio de Defensa–. El Espectador conoció particularidades
de los informes de reclutamiento ilícito que hizo la Fiscalía y que serán
entregados al Tribunal de Justicia Transicional en caso de que se firme el
acuerdo. Más allá de los 11.556 casos registrados de menores que fueron
obligados a engrosar las filas guerrilleras, los investigadores de la Dirección
de Análisis y Contexto (Dinac) encontraron que fue una política interna de las
Farc que llevó a crear escuelas de entrenamiento, cartillas para formar clubes
infantiles de niños desde los 5 años y una base de datos en la que llevaban en
detalle las hojas de vida de sus combatientes.
La Fiscalía y las
autoridades descubrieron una mina de oro en septiembre de 2013 cuando se dio
luz verde a la Operación Sodoma, que terminó con la muerte del comandante
guerrillero Jorge Briceño Suárez, alias Mono Jojoy. En tierra los uniformados
registraron su campamento cerca del municipio de Uribe (Meta) y encontraron el
computador en el que han hallado un millar de datos para develar la historia de
las Frac y 50 años de conflicto. Uno de los hallazgos más importantes, y hasta
hoy desconocido, era la base de datos en la que se guardaban las hojas de vida
de todos los guerrilleros. Tan solo del bloque Oriental había 10.102 registros.
Al analizar la
información encontraron que la base de datos se había creado con el objetivo de
controlar quiénes ingresaban a sus filas, especialmente las niñas, niños y
jóvenes reclutados. Se elaboró el Manual de Computación para facilitar el uso
de las herramientas digitales y sistematizar todo el registro físico que
existía. El objetivo, según la Fiscalía, era ejercer un control de los menores
para evitar que se fugaran. Tenían todos los datos personales: nombres de los
padres, hermanos, lugar de residencia, fecha y lugar nacimiento, fecha y lugar
de ingreso a la guerrilla, familiares en la guerrilla, frente en el que
combatían y los cursos de entrenamiento que tenían.
En ese software también
tenían la historia clínica de los combatientes, al punto que sabían si una
guerrillera había abortado o le habían hecho un legrado. Las hojas de vida de
los guerrilleros se actualizaban si morían o si se desmovilizaba. La Fiscalía
tiene la hipótesis de que con esta base de datos lograban ubicar a quienes
abandonaban las filas y si no lograban que retornaran, amenazaban a sus
familiares o, en algunos casos, los asesinaban.
En el Manual de
Computación había un capítulo llamado “Sobre los códigos en las hojas de vida”,
en el que se explicaba la forma en que se sistematizarían los datos para lograr
identificar de qué bloque era cada guerrillero de las Farc. Se utilizarían seis
dígitos y a cada una de las nueve estructuras se le asignaron cien mil números.
La forma en que se repartieron fue de la siguiente manera: al bloque Caribe le
correspondían los registros de 100.000 hasta 199.000; al bloque José María
Córdoba desde el 200.000; al Magdalena Medio a partir de 300.000; al Comando
Conjunto Central desde 400.000; los del Comando Conjunto Occidental comenzaban
500.000; al bloque Oriental desde el 600.000 –de este se tiene registro que
llegó a tener 10.102 hojas de vida–; al bloque Sur a partir de 700.000; la
columna móviles tendrían los registros a partir de 800.000; y finalmente las
reservas sería identificadas desde el 900.000 en adelante.
En medio de esas hojas
de vida se encontró la de alias Jazmín –quien no se sabe si sigue activa o se
desmovilizó– y evidenciaron una situación que la Fiscalía aún no había
investigado: las Clubes Infantiles Bolivarianos. En los registros de la
guerrillera se estableció que ingresó en 1983 a las filas guerrilleras, a los 8
años, y que hasta los 9 años fue “pionero”. En los años 90 terminó en las filas
del bloque oriental –su código en el software lo delta porque comienza por 6–
en el departamento de Arauca. La Fiscalía comenzó a preguntarse qué eran los
“pioneros” y descubrió que en un operativo realizado por el Ejército el 10
septiembre de 2001 se logró la recuperación de dos menores –uno de 3 años y
otro de 7– que dijeron ser parte de las escuelas de niños de las Farc.
Al volver a analizar
los computadores encontraron una serie de documentos en los que se documentaba
la forma en que se adelantaron las políticas de reclutamiento en las Farc. La
primera fue en la Tercera Conferencia en la que se ordenó a los frentes crear
comisiones de reclutamiento para cooptar hombres y mujeres entre los 15 y 30
años. Luego el pleno del Estado Mayor, en su segunda reunión, optó por utilizar
a niños de 10 años en adelante para que ejercieran “tareas propias de su edad
porque “un muchacho educado en la escuela de las luchas armadas revolucionarias
es casi seguramente un buen guerrillero”.
Luego vino una reunión
del Estado Mayor Central en noviembre de 1997 en la que se crearon los bloques
móviles y se decidió reemplazar a los muertos heridos con jóvenes reclutados y
entrenados, según las pesquisas de la Fiscalía. Otros documentos en los que se
establecen políticas de reclutamiento fueron los de la Sétima Conferencia en
1982, los Estatutos del Partido Comunista Colombiano Clandestino y los
Estatutos de las Milicias Bolivarianas.
Pero fue en el
computador del Mono Jojoy en el que encontraron las claves para entender el
nacimiento de los Clubes Infantiles Bolivarianos. Una de las cartillas
encontradas fue la “Guía para el trabajo de los Clubes infantiles
Bolivarianos”. En el documento, elaborado en febrero de 2001 y en el que se
establece que la estrategia va dirigida a niños desde los 5 años hasta los 12,
se lee que el primer artículo es: “El objetivo de los Clubes Infantiles
Bolivarianos es ayudar a la educación, orientación y formación de la infancia,
comenzando por el buen comportamiento en el hogar, la escuela, en la calle y
despertar su creatividad hacia el bien común, para que desde temprana edad sean
luchadores por los cambios sociales y convirtiéndose en un revolucionario (…)
Los clubes se orientan sobre los principios de la solidaridad, el compañerismo,
la fraternidad, el respeto por los demás, siempre y cuando la igualdad social
criticando todos los actos de injusticia”.
En la cartilla también
se estipula que “para este proceso hay que tener en cuenta que cada niño nació
y creció en medios diferentes. Unos influenciados por los medios de
comunicación y otros por las actitudes de sus familiares, vecinos, etc. Debemos
utilizar una pedagogía adecuada en la que el padre entre a jugar un papel
decisorio en la orientación del niño”. Finalmente, quedó definido que los
clubes serían conformados en las veredas, caseríos, centros de estudios y
residencias cercanas a las zonas donde las Farc tuvieran injerencia.
Escuelas de adoctrinamiento
En su poder la Fiscalía
tiene un robusto informe sobre las Escuelas de Entrenamiento y Formación que
crearon las Farc a lo largo del país. Se documentó que los menores reclutados
eran enviados a estos centros para recibir instrucción militar y clases de
política durante dos meses, y en algunos casos, hasta más de un año. Según el
centenar de testimonios en poder de los investigadores de la Dinac, diariamente
los ponían a marchar y formar, a actuar en situaciones de hostigamiento y les
enseñaban a manejar explosivos. Además, para simular el armamento, los menores
utilizaban palos de madera. La Fiscalía señaló que algunos de los campamentos
estaban ubicados en serranías y cerca de asentamientos indígenas.
Tras analizar cómo se
desarrollo esta estrategia en el bloque Caribe, basándose en 51 testimonios de
niños víctimas, la Fiscalía registró que en el norte del país funcionaron 46
campamentos y bases especializadas, que estaban repartidos en los cinco
departamentos. La mayoría de ellos ubicados en zonas montañosas como la
Serranía del Perijá, la Sierra Nevada de Santa Marta y los Montes de María. Sin
embargo, el principal hallazgo fue que las Farc montaron cuatro bases de
entrenamientos especiales en Venezuela.
La primera ubicada
sobre la frontera en la vereda Sabana Rubia, la segunda en el sector de
Carrasquero, al norte del vecino país; la tercera en el Caño de la Ahuyama y
por último una en Zulia, que fue identificada como la Escuela Efraín Guzmán. La
información fue entregada por menores que salieron de las filas de las Farc.
Uno de ellos le dijo a las autoridades: “reunieron como 30 personas reclutadas
y como 130 guerrilleros. De ahí nos llevaron para Venezuela, por ahí estaba la
frontera pasando por Sabana Rubia. Ahí llegamos al Caño de la Ahuyama en Venezuela.
Duramos como tres meses y medio e hicimos el curso de entrenamiento”.
Otra víctima precisó
que a él le tocó junto a 62 personas, entre ellas 37 menores, que lo llevaron
hasta una base conocida como el campamento Ahuyama en Venezuela. Agregó que les
dieron clases de política que les enseñaron a utilizar explosivos y a disparar,
y que luego de cuatro meses lo enviaron a combatir a la vereda Loma Seca, en el
municipio de Codazzi (Cesar).
Uno de los testimonios
que más le llamó la atención a la Fiscalía fue el menor que indicó que entre
2005 y 2007 estuvo en el frente 59 de las Farc que operaba en La Guajira y que
en un momento lo enviaron a Venezuela a un campamento que se conocía como
Escuela Efraín Guzmán, ubicado cerca al río Limón. “El comandante de la escuela
era “Lucas”, también allí permanecía “Marcos Calarca”, quien era el encargado
de dar instrucciones de organización de masas. “Lucas” se encargaba de dar
instrucciones de cartografía. En esa escuela duré un año y seis meses en curso.
Ya en el 2008 me echaron para el frente 59”.
En el Magdalena Medio,
según la información de la Fiscalía, existía una escuela que acompañaba
constantemente a las columnas móviles que controlaban el sur de Bolívar, parte
de Norte Santander y Antioquia. La escuela se llamaba Romaña y, según las
declaraciones, se movía junto al grupo que protegía a Pastor Alape. Asimismo,
las autoridades documentaron que en el Catatumbo, en el municipio Río de Oro,
en plena frontera con Venezuela, quedaba un campamento en el que daban cursos
de enfermería.
Del bloque Magdalena
Medio, la Fiscalía registró que 78 niños recibieron instrucción militar, siete
hicieron cursos de fuerzas especiales, seis tuvieron capacitación en explosivos
y dos fueron enviados a Venezuela. Uno de estos menores le dijo a la Fiscalía
que al llegar al vecino país fueron recibidos por alias “Gloria” y que había
alrededor de 150 personas. “Ahí nos dieron cursos de armas, bombardeo,
hostigamiento de tropas, charlas relacionadas con la estructura de las Farc, donde
nos comentaban sobre el “Mono Jojoy”, Raúl Reyes” y otros comandantes”, declaró
en 2015.
Frente a la información
del bloque Noroccidental, la Fiscalía evidenció que existía una escuela de
entrenamiento móvil llamada “Edelmiro González, que principalmente se
desplazaba por el municipio de Sonsón (Antioquia) y los departamentos de Caldas
y Risaralda. Otro de los campamentos de los que hablaron los menores reclutados
fueron El Silencio, ubicado en el corregimiento La Granja en Ituango
(Antioquia); El Paraíso, que estaba en una vereda de Samaná (Caldas); la
escuela de fuerzas especiales del bloque José María Córdoba que operaba en
Jiguamiandó (Chocó); y otra que se asentó en un sitio de bahía Solano (Chocó)
conocido como playa Curiche. Los testimonios de los menores reclutados fueron
respaldados por los desmovilizados como Marco Fildes Giraldo, alias “Isaías”, y
Elda Neyis Mosquera, alias “Karina”.
Sobre el bloque
Occidental, la Fiscalía tiene información de que en esa zona se entrenó al
grupo de los Pisasuave. Eran niños entre los 8 y 16 años. Uno de ellos le dijo
a la Fiscalía en octubre de 2015: “en octubre de 2008 nos ordenaron
desplazarnos a Morales (Cauca) a un punto llamado Belén, donde me encontré de
nuevo con mi hermano (…) en ese punto nos reunimos casi 100 guerrilleros para
realizar cursos en los que nos dictaron técnicas de combate, pasar por
obstáculos, asaltos, camuflaje, seis tipos de avance –encorvado alto, encorvado
bajo, tres punta, cuatro punta, arrastre de frente, arrastre de asalto, granadero–.
Todo eso conformaba el llamado golpe de mano y este es el llamado curso
Pisasuave. De los 100 que iniciamos, solo 25 pasamos el curso”.
El reclutamiento y
entrenamiento de menores en el bloque Sur estuvo a cargo del frente 48. La
situación empezó a ser documentada a partir de 1995, cuando encontraron
documentos de las Farc en los que se hablaba de la necesidad de incrementar el
pie de fuerza. La escuela de entrenamiento se formalizó seis años después.
Fueron alrededor de 10 cursos de más de 60 personas los que se logró sacar
adelante en la zona hasta 2005. Estos campamentos, según la Fiscalía, eran
constantemente visitados por altos mandos de las Farc como “Fabián Ramírez”.
Bajo la dirección de
William Manjarrés Reales, alias “Adán Izquierdo”, el Comando Conjunto Central
de las Farc creó primer campamento de entrenamiento: la Escuela Hernán Murillo
Toro en Planadas (Tolima). Poco a poco se convirtió en un centro importante de
adiestramiento de menores reclutados. Era tal la infraestructura, que tenían
pistas de obstáculos. El proceso de instrucción de los menores consistía en
adoctrinamiento político, aprenderse el himno, levantar objetos pesados y
evitar que en un futuro se subordinaran. Una vez superada esta etapa, los
instruían en la colocación de minas antipersona, en uso de armamento pesado y
en fabricación de armas hechizas.
El bloque Oriental fue
de las primeras estructuras en construir en la década de los 80 campos de
entrenamiento tras los lineamientos estipulados en la Séptima Conferencia. El
objetivo era adoctrinar a los guerrilleros en temas políticos y evitar brotes
de subordinación. Desde ese entonces se consolidaron los centros de formación
Isaías Pardo y Hernando González Acosta. El primero fue constituido en junio de
1984, en la región de las Sabanas de Yarí en el departamento de Caquetá. El
segundo se conformó en marzo de 1984 en la región de Yaguará, en la zona de la
Macarena en el Meta.
“Se ha podido
establecer que una vez lo menores son vinculados a las Farc, deben someterse a
una rigurosa formación política y militar (…) las Farc entienden la necesidad
de formar, adoctrinar al personal incorporado a sus filas con el fin de
preservarse en el tiempo”, es la conclusión de la Fiscalía. Lo cierto es que,
más allá de los pronunciamientos en La Habana de la delegación de paz de esta
guerrilla, que aseguró que no reclutó a menores de 14 años, la Fiscalía tiene
en sus expedientes información que dice lo contrario, pues hay declaraciones de
menores reintegrados que hablan de que su ingreso se dio hasta cuando tenían
menos de 7 años. Fuentes consultadas indicaron que el gran reto para la
justicia transicional será armar el complejo rompecabezas del reclutamiento
ilícito en Colombia.