D Semana
SEMANA revela el
aterrador testimonio del asesino de los cuatro niños en Caquetá, un crimen que
conmovió a todo el país.
Crístofer Chávez Cuéllar, alias Desalmado, ya había pagado
dos años de prisión por homicidios en San Vicente del Caguán y casi 14 años por
el asesinato de un taxista en El Hobo, Huila.
Crístofer Chávez Cuéllar, alias Desalmado, ya había pagado dos años de
prisión por homicidios en San Vicente del Caguán y casi 14 años por el
asesinato de un taxista en El Hobo, Huila.
Durante las últimas dos semanas el país siguió día a día el
desarrollo de la investigación para dar con los responsables del asesinato de
cuatro niños en una vereda en Caquetá, un crimen que conmocionó a toda
Colombia. Con jornadas de trabajo de 20 horas diarias, un grupo especial de la
Dijín de la Policía con apoyo de la Fiscalía no ahorró personal o recursos para
dar con los asesinos. Con los ojos de toda la sociedad sobre ellos y con la
presión adicional debido a un ultimátum del presidente Juan Manuel Santos para
dar con los responsables de la masacre, el crimen fue resuelto.
Una disputa de tierra fue el detonante del macabro hecho.
Luzmila Artunduaga, quien contrató a los sicarios, fue la última capturada, con
lo cual el caso prácticamente quedó resuelto en un tiempo récord. Pocos días
antes la Dijín ya había arrestado a tres hombres más vinculados con el múltiple
homicidio. Muchos de los escabrosos detalles fueron conocidos y divulgados casi
en directo por los medios. Sin embargo, a pesar de esa avalancha informativa,
lo más macabro de este crimen no se conoce hasta ahora. Se trata de la
confesión de Crístofer Chávez, conocido con el alias del Desalmado, quien fue
el responsable de ejecutar a los cuatro menores. Su testimonio resume lo que
ocurrió, pero sobre todo deja en evidencia la sangre fría con la que actuó este
curtido asesino que ni al momento de ser capturado por la Policía mostró
arrepentimiento. SEMANA reproduce los principales apartes de la confesión de
Desalmado tal y como la contó a las autoridades.
“El 3 de febrero a las 8:30 de la noche recibo una llamada de
Jáiner, donde me dice que suba a su casa porque me tiene un trabajito. Cuando
llego me presenta al muchacho Édison, el cual me manifiesta que una viejita de
nombre Luzmila paga 500.000 pesos para que amedrente y desplace a Jairo Vanegas
y su familia, pero que debo tener cuidado porque él y su esposa son peligrosos
y tienen armas. Al otro día Jáiner me pasa el revólver Smith &Wesson
calibre 32 con 14 tiros para que con ese fierro fuera a cometer el hecho.
También me dijo que si no los notaba asustados o no se querían ir, que los
matara para que no hubiera excusa de pagarnos.
“Antes de llegar al sitio, Chencho (Énderson Ordóñez o el
Enano) y yo ya habíamos sacado los revólveres
de la moto. Cuando llegamos al cambuche la parqueamos a orillas de la
carretera, subimos unas gradas y saludamos. Un muchacho (Samuel Vanegas, el
mayor de los niños asesinados) nos contestó desde adentro y salió alumbrando
con una linterna. Yo me le arrimo y le pregunto por Jairo Vanegas, él me
dice que ni la mamá ni el papá están y
que se pueden encontrar siete kilómetros más abajo en la casa de una tía. En
ese momento Samuel, asustado, salió corriendo hacia el fondo de la casa donde
estaba su hermano de 16 años, mientras que Chencho siguiéndolo le gritaba que
no corriera.
“Yo les digo que uno de los dos nos tiene que acompañar hasta
la otra casa porque tengo un mensaje
para los padres. El menor de 16 años le dice a Samuel que vaya él, pero nos
repite que por favor lo volvamos a traer. El muchacho se sienta en la moto en
medio de nosotros y cuando llegamos al
otro rancho grita el nombre de su padre. Su hermana (Juliana de 14 años) sale y
le dice que los papás no están, que se fueron a Florencia porque Jairo estaba
enfermo. Chencho con el arma en la mano entró y registró la casa.
Ya afuera de la casa los niños nos preguntaron cuál era el
mensaje que les traíamos a los padres. Chencho les manifestó que de parte de la guerrilla necesitaban a Jairo
y a su esposa para arreglar un problema de tierras, a lo que la niña de 14 años
nos responde que ese problema era con vecinos que querían adueñarse de sus terrenos
y que no entendía por qué a la gente mala no le decían nada. La misma niña nos
dijo que iba a bajar a llamar a su papá, pero Chencho le dijo que más bien nos
anotara el celular.
“Dentro de la vivienda había una señora de edad que era
enferma, no se le entendía nada de lo que decía y estaba sentada en una silla
arropada con una cobija, parecía cuadripléjica y solo pronunciaba ‘Nana, Nana,
Nana’. Yo le dije a la niña que si la señora le estaba pidiendo algo, que se lo
diera, pero ella me contestó que siempre que la mamá no estaba se la pasaba
llamándola ‘Nana, Nana, Nana’.
“Chencho se puso a acariciar un ternero que los niños le
dijeron que era muy mansito y después de un rato, susurrándome me dijo que
estaba haciendo mucho frío y que como los viejos no estaban, entonces matáramos
a todos los muchachos para poder cobrarle la plata a la viejita Luzmila. Él los
hizo entrar y les dijo que se acostaran boca abajo, cuando se acostaron en la
cama les dijo que ahí no, que en el suelo boca abajo y en la pieza del fondo,
acomodándose uno cerca del otro.
“Ahí los maté, empezando por el mayor porque él estaba en la
orilla, pegándoles yo de a un tiro a cada uno así como estaban acomodados en el
suelo. Primero el de 17, luego el de 12, después la de 10 y de último el de 4.
La niña de 14 años estaba con Chencho en una piecita al lado de la señora
discapacitada y yo me fui para allá, pensando que los otros cuatro ya estaban
muertos. En ese momento me doy cuenta que el niño de 12 años (Pablo Vanegas)
estaba saltando por la ventana, sin poder yo alcanzarlo para cogerlo. Igual no
me preocupé porque creí que no le quedaban muchos minutos de vida.
“Con Chencho trajimos a la niña de 14 años, ella intentó
desnudarse y me dijo que hiciera con ella lo que quisiera, pero que no la
matara. Finalmente se acostó encima de los otros niños y al hacerlo le movió la
capucha de la chaqueta al más chiquito y le tapó la cara. Chencho me dijo
‘mátala’, mientras empacaba el computador que tenían. Luego de hacerlo vi que
el niño de 17 años estaba todavía respirando y ahí le pegué otro tiro y salí de
la casa. Chencho salió con el bolso terciado en la espalda y adentro llevaba el
computador. Cogió un tizón y escribió en el suelo la palabra FAC. Yo creo que
quiso escribir Farc pero como casi no tiene estudio, no sabe escribir bien.
Luego envolvimos los revólveres en unas medias, los guardamos en el baúl y nos
fuimos a toda velocidad.
“Chencho es el novio de mi hijastra Yudi, lo conozco desde
finales del año pasado y le dije que me ayudara en la vuelta porque él hace de
todo. También quiero decir que él tiene esa habilidad de liderazgo porque
estuvo en las autodefensas de los Llanos Orientales, y llegó a ser uno de los
hombres de confianza de Cuchillo. Me dijo que él hacía las labores de caletero,
cobraba vacunas y que mataba y despedazaba personas porque muchos de sus
compañeros no eran capaces de hacerlo. También me comentó que acá en Florencia
el año pasado había matado varias personas en los barrios Idema y Ciudadela
Habitacional Siglo XXl.
“Al otro día después de matar a los niños Vanegas, el 5 de
febrero a las 8:30 de la mañana fui con mi mujer a una cafetería en el barrio
el Raicero. Como a las 9 llegó Jáiner. Yo le devuelvo el revólver calibre 38
que no usamos. Él lo guardó en el canguro. Cuando le iba a devolver la 32, con
la que maté a los niños, él me dijo que me quedara con ella y la vendiera en
600.000 pesos o la empeñara. Yo no la vendí y se la di a Chencho. Cuando
estábamos ahí llegó un muchacho de unos 20 años que según me dijo Jáiner era
hermano de Édison y me entregó los 500.000 pesos. Por la tarde Jáiner me llamó
otra vez y me dijo que en el periódico estaba la placa de la moto y que tenía
que desaparecerla. Yo busco a Chencho y desguazamos y enterramos las partes de
la moto en el patio de mi casa. Después de eso todos quedamos tranquilos”.
En el resto de su maquiavélica confesión ante las
autoridades, el Desalmado contó que los niños Vanegas no habían sido sus
primeras víctimas. Por varios asesinatos estuvo entrando y saliendo de prisión
durante años. Ahora, tal vez, el Desalmado y sus cómplices pagarán por el
crimen que indignó a todo un país.