D: Maria Elvira Bonilla
Los avances médicos, la calidad en la vida producto de la buena alimentación, del ejercicio y de las buenas prácticas ha hecho no solo que la gente viva muchos más años sino lograr que el envejecimiento del cuerpo no solo se prolongue en el tiempo sino que su decaimiento sea menor. Una condición que se hace evidente entre los sesenta y los setenta años, que identifican como los de la tercera edad. Este grupo humano, cada vez mayor, empieza a ser categorizado como la sexalescencia: sexagenarios con vitalidad y almas juveniles, incluso hasta de adolescentes.
De esta nueva categoría se ha empezado a hablar y trajinar, completando su definición, en las redes sociales. Son hombres y mujeres independientes que trabajan desde hace mucho tiempo y que aunque están próximos a la edad de jubilación muchos no tienen ningún afán y prefieren permanecer ocupados en actividades que aunque no les generen lucro si los compensen profesional, social y culturalmente. Algunos ni siquiera sueñan en pensionarse.
Los que ya se han jubilado disfrutan de sus días sin temores al ocio o a la soledad; a la que no le temen ni evaden. Saben entretenerse, inventan actividades, casi siempre relacionadas con la creatividad o el trabajo personal y le invierten tiempo al enriquecimiento espiritual. Dentro de ese universo de personas saludables, curiosas y activas, se ubica cada vez un mayor número de mujeres. Mujeres que se han soltado del yugo de la pareja, han construido espacios personales y profesionales, en los cual las amigas ocupan un rol a veces hasta más importante que el de los propios maridos. Saben de autonomía y enarbolaron las banderas del feminismo que nació en los años 60 pero que llegó a su plenitud en los 70’s. Finalmente se han beneficiado de sus logros y la habitación propia ha dejado de ser una aspiración para ser una realidad cotidiana. Mujeres, como se dice, vida propia.
Está claro que no son personas detenidas en el tiempo, que han logrado ponerse al día y mantenerse actualizadas con la tecnología, logrando a pesar de la novedad, que no las embista. Es así como se comunican por e-mail o skype con los hijos que están lejos y los amigos ausentes. En general están satisfechos de su estado civil y si no lo están, no se conforman y procuran cambiarlo. No lloran fácil, saben perder y hasta reflexionar de los fracasos. Han sabido, y no es fácil, envejecer sin los estereotipos de la eterna juventud, sin envidiar la apariencia de los jóvenes astros del deporte, ni ellas la figura de las cuchibarbies, porque han sabido ir armonizando, sintiéndose bien en su propio pellejo, sin aparentar lo que ya no pueden ser. Disfrutan del cine, las conferencias, la gimnasia y la buena mesa porque han aprendido a bajarle la cabeza a las pretensiones inútiles.
Son, y aquí retomo un texto que me llegó a las manos sobre la grata sexalescencia, gente esta a la que no le pesan los 60 o 70 años. Una edad que antes era de viejos y que hoy ya no lo es. Porque están plenos física e intelectualmente, recuerdan la juventud sin ahogarse en la nostalgia, a sabiendas de resbalones y caídas. En fin, han aprendido a disfrutar de la vida y saben cómo hacerlo. Están finalmente estrenando una edad que todavía no tiene nombre.