Al poner a desfilar a
su hijo, soldado bachiller, al lado de las fuerzas especiales del Ejército.
Carta abierta al Presidente
Carta Abierta
Tomado de Zona Cero. Inf
Juan Manuel Santos Calderón.-
Presidente de la República de
Colombia.
Bogotá DC
Señor Presidente:
Escribo esta carta abierta con la plena seguridad que usted
no la leerá, cosa que la verdad sea dicha es lo que menos me importa ya que
aunque va dirigida a su merced, esta no es más que una manera de protestar por
la manera vil y grosera con la que el día 20 de julio de 2013 ofendió tan
gravemente el honor militar, valioso activo que llevo y llevare siempre en mí,
aun cuando ya hayan pasado más de 20 años de haber prestado mi servicio a la
patria. Y ofendió ese honor no una, sino varias veces en un solo día.
En la magna fecha de conmemoración de nuestro grito de
independencia ha sido usanza que los colombianos le rindamos un merecido
homenaje a nuestras gloriosas Fuerzas Armadas asistiendo a los diferentes
desfiles y paradas que se llevan a cabo en muchas ciudades del país donde el
protagonismo total debe ser de ellas, ya que fueron precisamente sus armas las
que nos elevaron a categoría de nación soberana después de haber sido una
colonia española. El Presidente de turno, si bien es el comandante supremo de
nuestras fuerzas, debe abstenerse de reclamar protagonismo alguno ese día, ya
que las personas van y vienen y nunca pueden estar por encima de las
instituciones y más si como en su caso particular, se lo digo con toda
sinceridad, es usted un accidente en nuestra vida republicana que nunca debió
haber sucedido.
Como era de esperarse, en uso de su inmenso ego aderezado por
la torpeza y el deshonor se atrevió a poner bajo la bota de su hijo Esteban a
todos y cada uno de los integrantes de las Fuerzas Armadas cuando decidió ponerlo
a marchar con el sagrado cuerpo de las fuerzas especiales del Ejército, del
cual este soldado bachiller no es orgánico. Entiendo que las cámaras puestas
sobre usted son una inmensa tentación y que presentar al hijo del Presidente
como héroe de guerra, lo que claramente no es, es algo que lo hace ahogarse en
saliva, pero no señor Presidente, ese vacuo regalo que se dio no vale ni la
milésima parte de lo que vale el honor militar y no justifica el haberlo
utilizado para favorecer la deteriorada imagen de su persona.
Como si lo anterior fuera un simple albur, comete la ridícula
impertinencia de detener el desfile para darle sendos besos en la mejilla a su
muchacho quien procazmente se encontraba formando a la derecha de superiores
jerárquicos, cosa completamente inaceptable para quienes conocemos de la ética
y la mística militares. Y eso que no quiero ahondar en la forma como su hijo
(presumiblemente manipulado por usted) y los medios corrompidos mancillan la
memoria de dieciséis bravos llaneros, algunos venezolanos y otros granadinos,
al auto proclamarse él y ser proclamado por ellos como Lancero sin serlo. No sé
si es que a usted le parece que un soldado bachiller que no hizo el curso,
puede portar el parche con el nombre que le fue dado a Ramón Nonato Pérez, a
Bonifacio Gutiérrez, a Inocencio Chincá y a Juan José Rondón, Lanceros por
antonomasia.
Y aun cuando lo que le comento en los párrafos anteriores es
grave, quise dejar lo verdaderamente doloroso para el final. Mientras usted se
deshacía en almíbar ante su hijo, en el territorio nacional los
narcoterroristas que mimosamente consiente en Cuba, mediante los fusiles de sus
peones, asesinaron vilmente a 21 verdaderos héroes de la nación sin que esto le
mereciera a usted unas líneas en su aletargante discurso de instalación del
Congreso donde, sobre los cadáveres aun tibios de nuestros muchachos, espetó
usted esta maravillosa frase: “Me la juego toda por la paz”. Está bien señor
Presidente, juéguesela por su paz, pero por favor, no apueste en ese póquer con
la sangre de los colombianos de bien; eso en correcto castellano se llama
bellaquería. Más tarde exhorta usted al cuerpo militar y policial en un tono
por demás enérgico a seguir disparando hasta que se logre el fin del conflicto;
bonitas palabras, pero cuénteme ¿cómo va usted a motivar a un soldado para que
combata a quien mañana será el implacable y parcializado juez que lo va a
convertir en presea para los terroristas? Cójame ese trompo en la uña a ver si
taratatea y no me vaya a decir que su merced está comprometido con la seguridad
jurídica de nuestros gloriosos guerreros porque sin ir más lejos, ha permitido
que los bandidos, hoy convertidos en alcaldes, en representantes a la cámara
perfectamente vestidos y engafados y en colectivos de abogados mantengan
injustamente en una prisión a mi General Uscátegui y a mi Coronel Plazas Vega.
Eso que se lo crea Zuleta, yo no.Me despido por ahora señor Presidente
manifestándole mi completa decepción por su indigno proceder y esperando en
Dios que su mandato termine pronto y pase a los anales de la nación como lo que
es, un accidente en la vida republicana que nunca debió suceder.
Alm. (r) Arango Bacci.