Piden acciones
concretas ante estas situaciones, que son cada vez se hacen más visibles.
De: María
Camila González Olarte y Camilo Peña.
Grupos de apoyo en redes sociales,
denuncias públicas y hasta mensajes en las paredes son algunos de los
mecanismos que han tenido que implementar estudiantes para exigir que se tomen
acciones concretas ante las situaciones de acoso o abuso sexual en las universidades
del país, que cada vez se hacen más visibles.
Aunque no sabe con exactitud cuál es
el tamaño del problema, EL TIEMPO consultó ocho de las principales
universidades del país para tomarle el pulso a esta situación. De las
instituciones consultadas (Universidad de los Andes, Externado, Nacional de
Colombia, Distrital Francisco de Caldas, del Valle, Cauca, Rosario y Pedagógica
Nacional), solo la mitad respondió cuántos casos había registrado de acoso
sexual y laboral.
De las cuatro que contestaron, el
número de casos oscila entre cuatro y 18 quejas en los últimos dos años, que
involucran a profesores y estudiantes. Por su parte, la Fiscalía tampoco tiene
datos precisos sobre este tipo de sucesos y argumentó que “por el sistema de
información que tiene no puede clasificar de una manera tan específica esos
datos (delito de abuso sexual en universidades)”.
Aun así, el número de testimonios, a
veces anónimos, sigue creciendo. “Me seguía en el campus y me esperaba después
de las clases para decirme cosas abusivas. Incluso recuerdo que, una vez, yo
estaba en un pasillo, y él me tomó violentamente de los brazos para que lo
escuchara y dejara de ignorarlo”, relató una estudiante víctima de acoso, a
través de una página de Facebook a la que tuvo acceso este diario.
Precisamente, las redes sociales se
han convertido en una herramienta masiva de denuncia. Florence Thomas,
activista feminista, explica que, entre otras razones, eso es una consecuencia
del movimiento mundial #MeToo, que invita a las mujeres a denunciar sus casos
de abuso y acoso a través de redes sociales con dicho ‘hashtag’. “Como es
natural, en Colombia, las réplicas a esas tendencias han crecido, y los
estudiantes tienen ahora más fuerza para manifestarse en contra de esa
violencia contra la mujer”, dice.
Uno de los casos de denuncia más
sonados en las dos últimas semanas es el del profesor Freddy Monroy, de la
Universidad Nacional de Bogotá, quien en medio de una investigación por
presunto acoso sexual a la estudiante Lizeth Sanabria, fue ascendido a profesor
titular (máxima categoría). Aunque el hecho no se había dado a conocer
públicamente, un documento filtrado en Twitter generó dudas de ese proceso.
Por eso, profesores y estudiantes de
esa institución presentaron una carta, con más de 800 firmas, en la que le
piden al Consejo Superior Universitario suspender la promoción del docente
hasta que se resuelva el caso disciplinario. “Las personas y organizaciones
firmantes realizamos esta solicitud dada la contundencia de las pruebas
conocidas, y como gesto decidido de la voluntad de las directivas de la
universidad de enfrentar decididamente todo tipo de violencia basada en el
género, así como el acoso sexual dentro y fuera del campus”, reza la misiva.
Entre tanto, como respuesta a este
tipo de casos se han creado diferentes colectivos, sobre todo liderados por
mujeres, que buscan visibilizar situaciones de violencia.
Una de estas iniciativas es No es
Normal, que se creó en la Universidad de los Andes para dar a conocer dicha
problemática. “Iniciamos publicando testimonios en Facebook, y muchas
estudiantes comenzaron a sentirse identificadas. Luego nos preguntaban por las
rutas de denuncia”, señala María A. Díaz, integrante de la iniciativa.
Esta semana, este colectivo fue
noticia debido a un video que circuló en redes sociales y en el que se mostraba
a algunos estudiantes leyendo denuncias anónimas en un acto público en la U. de
los Andes. El evento, llamado ‘La olla comunitaria de denuncias’, se realizó en
el Día de la Mujer y llamó la atención una historia que reveló presuntos acosos
de Adolfo Amézquita, actual director de Ciencias Biológicas de esa universidad.
“Esta historia se inició en 2015,
cuando vi la materia Fisiología Animal, dictada por el profesor Adolfo
Amézquita. Debido a mi gusto por la fisiología, comenzamos a hablar con mayor
frecuencia (...). En una salida de campo en el 2016, él me dijo que estaba
preciosa por una camisa rosada que estaba usando. Luego, recostados en una roca
viendo las estrellas, me tomó una fotografía. Ahí decidí dejarle en claro que
no quería tener nada con él, porque para mí él era casi una figura paterna”,
reza la historia que leyó un estudiante durante el acto público.
EL TIEMPO se comunicó con Amézquita
para conocer su opinión al respecto y negó las acusaciones en su contra. “Jamás
tuve ni expresé algún interés personal por ella (denunciante), no recibió una
propuesta de mí, jamás una invitación, insinuación ni cualquier otro
comportamiento inapropiado de mi parte”.
Luego de las denuncias de presunto
acoso laboral y sexual en dicha universidad, Pablo Navas anunció que se
realizarán las investigaciones pertinentes.
El de los Andes y la Nacional son
algunos ejemplos de lo que han logrado los estudiantes. Según Alba Nubia
Rodríguez, directora del Centro de Estudios de Género, Mujer y Sociedad de la
Universidad del Valle, las denuncias por parte de los estudiantes están
creciendo porque “hay mayor formación de género, y ese conocimiento lleva a una
mayor sensibilización ante esos casos”.
Otro de los colectivos que se han
creado para visibilizar ese tipo de violencia es Malva, de la Universidad
Nacional, sede Medellín. Manuela Gómez, una de las líderes del colectivo, dice
que la falta de acción de la institución en donde estudia es uno de los motivos
que la llevaron a ella y a otras dos compañeras a crear un colectivo para
“poner en tela de juicio las situaciones, la violencia de género o sexual, que
se vive en el plantel”.
Para Gómez, las universidades todavía
no saben cómo lidiar con los casos que se empiezan a hacer públicos. Un ejemplo
de eso fue lo que ocurrió en el Día Internacional de la Mujer de este año
–parecido a lo que pasó en los Andes–, cuando unas representantes estudiantiles
de la U. Nacional, sede Medellín, hicieron una actividad de sensibilización y
pegaron unos papeles con nombres de profesores que presuntamente eran
“acosadores” en las instalaciones del ‘alma mater’.
Ante ese hecho, la universidad
respondió en un comunicado, dirigido a toda la comunidad educativa, que “el
escarnio público no tiene lugar ni como sanción social ni como práctica
pedagógica. La justicia, para serlo, tiene que ser objetiva y no puede buscarse
por mano propia”, señala el comunicado.
Ante la pregunta de qué deberían
hacer las universidades en este tipo de manifestaciones públicas, Rodríguez
cree en la necesidad de que exista una entidad que vigile el cumplimiento de
los protocolos universitarios.
¿Existe una norma?
Una de las alertas que han lanzado
los expertos al respecto es que mientras exista una ley sancionada en el 2008,
la 1257, que le dicta al Ministerio de Educación que se encargue de velar
porque las instituciones de educación superior, implementen políticas y
programas para sensibilizar a la comunidad académica en la violencia contra las
mujeres.
Sin embargo, por la naturaleza
autónoma de las universidades, no hay manera de obligarlas a cumplir creando
dichas estrategias. Una de las pioneras en la implementación de una política de
equidad de género fue la Universidad Nacional, la cual entró en marcha en el
2012. No obstante, el resto de instituciones todavía tienen esa tarea
pendiente, y hasta el momento solo se han diseñado unos protocolos de atención
y prevención. “Después de varias situaciones en las que me sentí acosada, nunca
intentamos reportarlo a la universidad porque los procesos son larguísimos. Yo
siento que realmente no hay una ruta a seguir”, puntualiza una joven que
decidió permanecer en el anonimato.
Los pasos por seguir: expertos
Teniendo en cuenta que todavía queda
mucho por hacer con respecto a los casos de acoso y abuso sexual y laboral en
las universidades, este diario consultó algunas voces de expertos sobre cuáles
deberían ser los pasos por seguir para enfrentar esta problemática.
“Las violencias contra las mujeres en
los ambientes universitarios deben ser identificadas y caracterizadas como un
asunto fundamental, ya que estas situaciones repercuten en las dinámicas
laborales y se convierten en actos que vulneran los derechos humanos”, opina un
experto de la U. Pedagógica.
Además de identificar los casos, es
necesario socializar los derechos de las víctimas y su acompañamiento. “También
es una obligación sensibilizar a la comunidad universitaria en los temas de
sanción existente y prevención”, señala Deibar René Hurtado, vicerrector de
Cultura y Bienestar de la U. del Cauca.
En esos procesos también creen que es
clave que haya campañas y estrategias de prevención. “Como parte de estos
planes se crean espacios de discusión y reflexión con el objetivo de
mantenernos en una constante autoevaluación sobre nuestro actuar frente a este
tipo de situaciones”, plantea Ana María Restrepo, decana del Medio
Universitario de la Universidad del Rosario.