De Nicolas Renowistzky R.
Colombia, país de
ciudades, era una frase repetida a mediados del siglo pasado, comparando
nuestro país con otros de la región, y como el nuestro, por falta de una
política de Estado, ha crecido demográficamente más que nuestros vecinos,
sumado al reconocido desplazamiento de los campesinos a las ciudades, hoy, y en
cortos períodos, nuestras urbes muestran unos cambios inimaginables. Por esta
razón uno queda desconcertado cuando regresa después de unos años a una ciudad
que creía conocer, y resulta perdiéndose en aparentemente, otra ciudad crecida
y transformada. Igual o más asombro le causa a uno llegar por primera vez a una
ciudad colombiana, supuestamente pequeña.
Esto me sucedió en este
inicio de año cuando visité por primera vez la capital del Meta, Villavicencio.
Quiero transmitir aquí mi asombro, que creció durante los tres días de mi
permanencia en esa capital llanera, en la cual todo fue impresionante de manera
positiva. Su infraestructura vial es excelente, con amplísimas avenidas de
doble calzada, y hasta de 4 carriles por calzada, dotadas de anchos
separadores, con jardines muy bellos y bien cuidados, profusa arborización y
ciclovías de kilómetros de extensión, bulevares que cruzan la ciudad en todas
las direcciones. Así que para cualquier desplazamiento, sea este de siete o más
kilómetros, solo hay que conducir hasta la avenida más próxima, y mediante
pasos a desnivel o amplísimas glorietas, todas adornadas con esculturas urbanas
de calidad y cuidados jardines, empalmar con otras avenidas, hasta llegar cerca
al destino, y entonces terminar este por calles en muy buen estado. Algo que
jamás podremos hacer en nuestra querida Barranquilla.
Con una red de
semáforos perfectamente sincronizados, alcantarillado pluvial en el que se
destacan sus rejillas por toda la ciudad; muy bien conservados sus bordillos,
calzadas, andenes y mobiliario urbano. Sus taxis con taxímetros, conductores
amables y carreras muy económicas comparadas con las nuestras. Se conduce a
velocidades acordes con esa infraestructura vial, que permite desplazamientos
rápidos. Los conductores ceden el paso a peatones y a otros vehículos, y no
obstruyen los cruces. La ciudad es un gran jardín, y pareciera que no hubieran
derribado innecesariamente los árboles existentes en las zonas verdes y parques
porque se aprecia como si el paisaje del Llano original se hubiera respetado.
Nuevos hoteles
citadinos cinco estrellas y hoteles campestres de lujo; el centro fundacional
donde se concentra el comercio tradicional está muy conservado y tan limpio
como el resto de la ciudad. Su plaza central y edificaciones de Gobierno hacen
parte del recorrido turístico obligado porque no generan vergüenza sino
orgullo. Los grandes centros comerciales son tan modernos y monumentales como
los de las grandes ciudades, pero con un plus que los hace únicos a nivel
nacional. El C. C. Primavera, aprovechó el paso de un arroyo cristalino, y
conservó adyacente a la mole, un área de más de una hectárea en la que con una
costosa inversión desarrollaron el más bello paraje natural imaginable,
pequeños lagos tipo estanques con grandes peces de colores, cascadas, senderos,
puente colgante, vistosa información de fauna y flora. El enorme C. C. Viva
ofrece una arquitectura tropical espectacular, el Único y Unicentro son otros centros
comerciales de primer orden. Villavicencio, un destino turístico que bien vale
la pena visitar