.D El Espectador
El pasado miércoles a las 7:25 de la noche, cuando Emilio
Tapia se movilizaba con su esquema de escoltas por la autopista Norte de
Bogotá, un vehículo verde de marca Mitsubishi con vidrios polarizados tipo
campero chocó en tres ocasiones uno de los carros de los guardaespaldas que lo
acompañaban. Cuarenta y ocho horas después de los hechos, para la Fiscalía y la
Policía no hay dudas de que se trató de un atentado para silenciar a uno de los
principales testigos de la justicia en el proceso del carrusel de la
contratación de la capital.
El Espectador conoció todos los detalles de los hechos, las
fotografías que evidencian el ataque al vehículo del esquema de Tapia y el
informe escrito a mano que el patrullero Guillermo Úsuga entregó a sus
superiores. Todo comenzó así: desde que salieron del Parque de la 93, luego de
que Tapia asistiera a una reunión, sus escoltas se percataron de que estaban
siendo seguidos por un Mitsubishi. Sobre la altura de la calle 127 con
autopista la persecución se hizo más evidente y el intento de atacar el automóvil
de Tapia se dio en esa misma vía entre las calles 153 y 170.
Cuando el Mitsubishi golpeó uno de los carros del esquema de
protección, éste se detuvo y el policía que acompañaba la caravana en la moto
se acercó para verificar qué ocurría. De inmediato el carro agresor por poco lo
atropella. Paralelamente el carro blindado del testigo Emilio Tapia y un
segundo vehículo que lo acompañaba siguieron de largo, tal como lo estipula el
protocolo de protección. No tardo mucho el Mitsubishi en darles alcance. Entonces,
el segundo carro de escoltas empezó a maniobrar y el conductor bajó la
ventanilla para tratar de identificar al agresor.
Según el relato de otro guardaespaldas que presenció todo,
cuando el supuesto asesino se percató de que en ese carro no iba Tapia, frenó
el Mitsubishi, tomó una vía alterna y se perdió del mapa. Una persecución de
película en plena hora pico bogotana. Pocos minutos después Emilio Tapia llegó
a su residencia y sólo 20 minutos más tarde se dio aviso a la Policía de lo
ocurrido. Agentes del CTI y la Fiscalía también hicieron presencia en el lugar
y pronto se dieron cuenta de que la camioneta blanca que fue impactada por el
Mitsubishi estaba marcada con color negro por el costado izquierdo del platón.
Una seña que suelen poner los delincuentes para no equivocar su objetivo.
El patrullero Úsuga explicó en su informe que el objetivo del
carro Mitsubishi verde era sacar del camino el primer carro de escoltas de
Tapia para proceder con más libertad. Añadió Úsuga que cuando intentó verificar
qué ocurría, cuando se detuvo y bajó de la moto, “me tiró el vehículo atentando
contra mi integridad física. Este vehículo emprendió la huida y se nos perdió
entre la calle 160 y 161, razón por la cual no es posible seguirlo, ya que el
protegido (Tapia) quedaba con poco personal en su esquema”. Una vez conocidos
los hechos, las autoridades comprendieron que se trató de un atentado, que el
agresor no contaba con un tercer vehículo en la caravana de escoltas y que por
eso su reacción fue desaparecer.
El Espectador se comunicó con Emilio Tapia, quien resaltó
escuetamente: “Entiendo el alto riesgo en el que me encuentro y en el que está
mi familia. Sólo les pido a las autoridades que me brinden la protección
necesaria para seguir confesando todo. Pero, que quede claro, nada me hará
callar”. Uno de los escoltas sostuvo que el agresor del Mitsubishi tenía unos
35 años y barba. El propio Tapia dijo que tres días antes del atentado un
vehículo de las mismas características del Mitsubishi que los atacó estuvo
siguiendo el carro en el que se movilizaba su esposa y su pequeño hijo. Hay
mucha preocupación en la Fiscalía con este episodio. Se nota, por el carro
marcado, que se planeó todo con detalle para atentar contra Tapia