De Daniel SAmper Semana.
No tengo nada contra la
idea. Prefiero que las Farc monten equipos de fútbol a que hagan atentados. Aún
más: considero que jugar la liga colombiana debería valer como pena sustituta.
No hay riesgo más preocupante para el ser
humano que convertirse en el mejor amigo de Juan Manuel Santos, y de ello
pueden dar fe quienes lo han sido: Álvaro Uribe, para empezar, de quien el
presidente fue íntimo por los años en que apenas era un inflamado ministro,
servil y triste, que montaba partidos con la inicial de su amigo para
demostrarle su cariño.
Eran uña y mugre, mugre
y mugre: se prestaban ropa, se quedaban a dormir los fines de semana en la casa
del otro, se volvían amigos de sus respectivos primos, tanto de Mario como de
Pachito.
Y cantaban frente a la
chimenea, la frente del uno apoyada en la del otro, canciones de Enanitos
Verdes, quienes, por entonces, no solo éramos los partidarios de Antanas
Mockus, sino los autores de aquella balada que dice “Un amigo es una luz
brillando en la oscuridad”: estrofa inspirada en el servicio de Electricaribe.
Pero quienes fueran
amigos inseparables, ahora se detestan. Ni siquiera se devolvieron la ropa que
se habían prestado por entonces: Uribe se quedó con los Crocs de Santos;
Santos, con los calzoncillos camuflados que Uribe le ofreció por los días en
que terminaron empapados por hacer guerras de agua en el Ubérrimo.
El turno de la
decepción, ahora, es para Nicolás Maduro: aquel centauro de la revolución
chavista, mitad hombre, mitad burro, quien acusó recibo del trino de Juan
Manuel Santos –según el cual se acaba de enterar de que la revolución chavista
es un desastre– con la amenaza de publicar secretos del proceso de paz.
Como el destituido
Alejandro Ordóñez es teócratico, y cree que el universo gira en torno a él,
anticipó que esos secretos lo incluían: que las Farc exigieron tanto su
destitución del cargo como la limada de colmillos que en buen momento le
hiciera Marlon Becerra.
Pero son ínfulas. Las
exigencias secretas de las Farc que revelará Maduro son asuntos de Estado que
de verdad importan: que el América subiera a la A; que Jairo Martínez fuera
retirado del jurado de Yo me llamo.
Y que les permitieran
montar un equipo para la liga profesional de fútbol.
Parece un chiste, pero
no lo es. Como si se tratara de un pase de Omar Pérez, la noticia se filtró:
las Farc firmaron un convenio para crear La Paz FC, combinado que permitirá a
sus integrantes calzarse las Machita para seguir disparando, pero esta vez
hacia al arco. Como estamos en Macondo, el entrenador que los ayuda es de
apellido Cañón: el legendario exsantafereño Alfonso Cañón. Parece un chiste, pero
no lo es.
No tengo nada contra la
idea. Prefiero que las Farc monten equipos de fútbol a que cometan atentados.
Aún más: considero que jugar la liga colombiana debería valer como una pena
sustituta.
Pero no dejo de
preguntarme cómo podría ser un equipo de fútbol conformado por la guerrilla:
¿serán capaces de dejar atrás el pasado y no secuestrar a los Millonarios
cuando los enfrenten en la liga, por ejemplo? ¿Pensarán que hacer un cambio de
frente es trasladarse de filas? ¿El uniforme será camuflado y tendrá una
toallita en el hombro para secarse el sudor, como lo hacía Tirofijo, a quien
llamaban de esa forma, ya lo sabemos, por sus calidades de centro delantero?
Imagino los primeros
entrenamientos de ese fútbol del posconflicto, y me deprimo. Iván Márquez
recibe órdenes del técnico Cañón para resolver un mano a mano:
–¡Fusílelo! –le grita–:
¡no, pero no así! ¡Guarde el arma! ¿De dónde la sacó? ¿No dizque las habían
entregado? ¿Dónde están los de la Fifa, al menos los de la ONU?
También imagino sus
desesperadas instrucciones en la línea de cal:
–¡Marquen a Teófilo!
–¿Forero?
–¡No, Gutiérrez!
E imagino la charla
táctica del intermedio: “Juguemos a lo que sabemos, camaradas: al bombazo, a la
pesca milagrosa en el área de las 18, al buscapiés: contraataquen, embosquen,
retengan la pelota: no la liberen hasta que entren los enfermeros de la Cruz
Roja”.
Se prevé que reclutarán
–nunca mejor dicho– ciertas glorias oxidadas, como intentan los equipos que
buscan taquilla de manera rápida. Se sabe que están contactando al ‘Bombardero’
Valenciano; que quieren hacer un canje con el ‘Policía’ Ramírez. Y que esconden
en una caleta de la banca al ‘Misil’ Restrepo y al ‘Mortero’ Aravena.
La gran incógnita, sin
embargo, es saber cómo formarán. ¿Jesús Santrich será alineado, o, dadas sus
cicunstancias, lo dejarán como árbitro? ¿Formarán una línea de cuatro atrás,
con París, Granda, Márquez y Alape? Por lo pronto se sabe que alias el Paisa
será el armador. Literalmente. Les dará munición a los delanteros. Que a
Trinidad lo querían poner de volante de ida y vuelta, pero después de hablar
con los gringos se dieron cuenta de que no tiene regreso: por ese motivo,
entonces, utilizarán su dummy en los entrenamientos, para ponerlo en la
barrera. Que, como contratación extranjera, tendrán al abogado Santiago, que
será el arquero: el hombre experto en tapar. En seguir tapando. A través de él
harán convenios con el Granada Fútbol Club. Y que, como siempre lo pretende,
alias Timochenko quiere tomar la delantera. Dicen que juega de espaldas al
arco, pero que se sabe voltear. En eso se parece bastante a Santos.