Editorial del Tiempo.
Nairo Quintana, sin
duda el más grande de los ciclistas que ha dado este país lleno de
extraordinarios pedalistas, suele decir sin rodeos ni eufemismos lo que piensa
en favor de su deporte. No hay en sus escuetas palabras dobles sentidos ni son
sus intervenciones jugadas a dos bandas.
Si alguien se ha ganado
la autoridad para diagnosticar el estado del ciclismo colombiano, además, es el
hombre que ha ganado el Giro de Italia y la Vuelta a España, el escalador tenaz
que ha sido segundo dos veces en el Tour de Francia. Resulta increíble, pues,
que el matoneo y el menosprecio hayan sido la respuesta a sus críticas
valientes –y puntuales– a la decepcionante Federación Colombiana de Ciclismo.
Nairo Quintana
El ciclista boyacense
acusó a la dirigencia de no presentar balances financieros, y de no enviar a
todos los deportistas a competir en los mundiales, cuando se tienen los cupos.
Si Nairo no puede decir
lo que piensa sobre el discutible trabajo de una Federación que no se ha
permitido cambiar, y que está cumpliendo veinte años de dejar la suerte de
nuestros ciclistas en manos del destino, entonces quién puede decirlo. Si no es
él, quien muy poco les debe a las instituciones estatales, que ha querido
darles a los ciclistas que comienzan sus carreras la mano que no le dieron a él
–a pesar de que bien podría dedicarse a lo suyo, que es, dicho sea de paso,
darle alegrías a Colombia–, entonces quién puede lanzar una crítica seria a la
dirigencia de un deporte que durante décadas fue el mejor representante del
país, el hacedor de los mitos de nuestra identidad.
Decir que las críticas
de Nairo Quintana son las críticas de un mal perdedor –puesto que su candidato
no ganó el año pasado la presidencia de la Federación– es decir un desatino.
Hacer creer que es solo él quien está poniendo el dedo en la llaga es
desconocer las serias investigaciones que se han llevado a cabo en los medios
de comunicación, incluido EL TIEMPO, sobre los vericuetos de un negocio en
manos de unos pocos, el declive innegable de la Vuelta a Colombia, el fracaso
estruendoso del llamado Team Colombia, el manejo que se les ha dado a las
clásicas que fueron la cantera de nuestros corredores.
Quintana no está solo.
Haría mejor la gente de la Federación, más bien, en tener en cuenta sus
palabras, sus aportes, por el bien del ciclismo nacional.