El
primero de junio se cumplen 30 años del asesinato del padre jesuita Sergio
Restrepo Jaramillo, en hechos ocurridos cerca de la iglesia en el municipio de
Tierralta (Córdoba). Tres décadas después del crimen, que marcó uno de los años
más violentos en Colombia, los cordobeses aún recuerdan sus acciones.
Víctor
Negrete Barrera, quien fue su compañero en la Academia de Historia de Córdoba,
lo recuerda como una persona estudiosa e intelectual, siempre muy atento a
prestar un buen servicio a la comunidad.
“En
el municipio de Tierralta su labor fue reconocida y una de las pruebas es
precisamente que a pesar del tiempo que ha pasado de su muerte, aún se le
recuerda mucho”, explicó el investigador.
1989
fue uño especialmente violento en Colombia, marcado no solo el recrudecimiento
de la lucha contra el narcotráfico -con el surgimiento de los grandes carteles
de la droga-, sino por el crecimiento del conflicto armado interno con los
grupos paramilitares.
Restrepo
Jaramillo, sacerdote jesuita que había adelantado una destacada labor social en
esa zona de Córdoba, tenía 49 años cuando fue asesinado el primero junio de ese
año en Tierralta. Fue abordado por un sicario que, al parecer, pertenecía a
grupos paramilitares que delinquían en la zona.
Lo
asesinaron cruzando una calle con una niña que fue a consultarle sobre un tema
y después de haberse entrevistado con un amigo.
"Desde
el púlpito, (el padre Restrepo Jaramillo) señalaba y denostaba de la violencia y
de sus cómplices. Y uno de los casos que desató fue un mural que hizo la
comunidad en el que estaban identificados los actores violentos. Y en una de
esas identificaciones claramente (estaban) los militares", contó la
periodista María Elvira Samper, autora del libro "1989", que muestra
una panorama completo de lo que vivió el país ese año.
Entre
los legados del sacerdote se destacan una emisora, una biblioteca que contiene
una información valiosa y un museo, donde hay muchas piezas arqueológicas que
recopilaba en sus recorridos en la zona rural.
“Una
orquídea fue bautizada por su nombre, no recuerdo cuál fue. Eso indicaba
también su preocupación por el medio ambiente; era una persona que estaba en
todos los lugares tanto en el perímetro urbano y en la zona rural”, agregó.
El padre Sergio Restrepo Jaramillo no solo
ayudaba espiritualmente a los campesinos e indígenas sino que los orientaba con
propuestas de desarrollo para mejorar
sus condiciones de vida.
El
sacerdote jesuita acostumbraba, los fines de semana, a visitar una finca de
propiedad de una universidad católica que administraba Manuel María Simanca, en
la población de Volador, donde realizaba bautizos.
“Yo
conversaba mucho con él y le gustaba mucho hacer recorridos en las montañas en
el Alto Sinú, hasta que grupos ilegales lo mataron y no regresó más” explicó el
labriego.
Sobre las investigaciones de esta asesinato
ocurrido cerca de la iglesia del municipio de Tierralta la Fiscalía en Montería entregó pocos
detalles y dio a entender que el caso había prescrito.